sábado, 1 de octubre de 2011

"Necesitamos cultura, urgente" de Edgardo Rodríguez Juliá

Hola a todos, comparto un texto publicado el 11 de septiembre de 2011 por el renombrado escritor puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá en El Nuevo Día. Considero que tiene mucha razón en su argumento y que nos debe servir de apoyo y empuje para crear un mejor Puerto Rico. La cultura es la base de toda civilización exitosa... en el momento que se pierde su importancia imperios enteros han perecido. No dejemos que esto nos suceda a nosotros. 

Diana


11 Septiembre 2011

Necesitamos cultura, urgente


EDGARDO RODRÍGUEZ JULIÁ







Son las transmisiones televisadas desde la Legislatura: Toñito Silva, enfrascado en vista pública, interroga a nuestra actual presidente de la Universidad de Puerto Rico, el señor Miguel Muñoz. Podríamos caracterizarlos como dos funcionarios estalinistas con las vocales explayadas del acento boricua Villa Palmeras. Me corrijo, porque Toñito, al menos, siempre me ha parecido un campechano boricua sin ínfulas. Muñoz es discreto, con ese temple huraño del campesino siempre en acecho. Resulta que después de la crisis vivida por la UPR el pasado año, no hay indagación reflexiva en los motivos de aquel colapso. Tampoco hay declaraciones altisonantes sobre la misión universitaria. Es gente honesta: se trata y se trató del presupuesto, imbécil, asunto de pesos y centavos, según Silva y Muñoz.

Ahora bien, Toñito es el tipo de boricua simpático que visita Barcelona y se queda en el Hilton, pregunta por la Plaza de Toros y dónde comer una buena paella. So pena de asumir aires petulantes, Toñito me cae bien; de hecho, es uno de los penepés que mejor me cae. Y Muñoz tiene aún ese aire del campesino parco y honesto, resoluto en sus decisiones y sin el oficio de la retórica que malogró tantos talentos universitarios, la herencia de don Jaime Benítez. Nuestro agrónomo, lo mismo que Norman Maldonado, es universitario que apenas puede ocultar raíces profundas en la tierra borincana. Toñito y Muñoz ostentan esa rusticidad simpática que aún conservamos como gente apenas salida del campo.

Silva tiene mente ágil, inteligencia notable para los números y el funcionamiento del presupuesto. Nuestro presidente Muñoz tampoco se queda atrás. Pero aun así falta mucho; aun así quizás falte todo. ¿Qué está ausente de estos dos buenos puertorriqueños enfrascados en el manejo de algo tan complejo y delicado como la Comisión de Hacienda de la Cámara de Representantes y la Presidencia de la Universidad de Puerto Rico? Hoy por hoy tenemos más de treinta instituciones de educación superior, y aunque no tenemos muchos físicos teóricos, el país y la Legislatura están llenos de “letrados”. ¿Qué hace falta?

Pienso que a pesar de cierta simpatía que me provocan, Toñito y Muñoz necesitan eso que está ausente en muchos profesionales puertorriqueños: les falta cultura. Pero no estoy hablando de esa que se logra asistiendo a los conciertos de la Sinfónica —aunque esto ayudaría—, ni visitando el Museo de Arte de Puerto Rico, lo cual considero perfectamente necesario para todos los puertorriqueños. La cultura musical o pictórica no son las más difíciles de lograr. De hecho, ambas podrían lograrse con algo de pereza y un grado de eso que antiguamente se conocía como “roce social”. La cultura a la que me refiero es la cultura literaria, la lectura de novelas, cuentos, ensayos, poesía, testimonios y crónicas. Justo eso que el Departamento de Educación censuró tan pronto llegó el PNP al poder, la prohibición de algunos libros excepcionales de la literatura puertorriqueña y latinoamericana, como los cuentos de José Luis González, la novela “Aura” de Carlos Fuentes, las arriesgadas narraciones de Juan Antonio Ramos.

La cultura literaria se adquiere lentamente porque al principio leer es tarea ardua que sólo eventualmente deviene en la más placentera de las ocupaciones. Y la buena literatura es el mejor antídoto contra las simplificaciones del racismo, del nacionalismo agresivo, de la ceguera ideológica o de nuestro tribalismo político.

Como ésta última es nuestra peor enfermedad colectiva —aparte de la criminalidad— un lector avezado aprende a valorar el mundo desde su complejidad, desde sus contradicciones. (George Orwell despreciaba el Imperio Británico a la vez que detestaba el burlón resentimiento colonial de los birmanos). El buen lector aprende a ser sutil en sus juicios, y no a verlo todo a través de esos cristales empañados del partidismo político, las entendederas de azules y rojos, verdes y arcoiris. Una visión sutil de la realidad debe ser la aspiración de todo escritor y la satisfacción de cualquier buen lector. 

Los políticos y funcionarios puertorriqueños deberían leer nuestra literatura puertorriqueña, saber que las recientes semblanzas de ellos ya están en las novelas de Zeno Gandía y Juliá Marín, apenas comenzado el Siglo XX, que “El manicomio” que es la política actual fue retratado alegóricamente por el pintor Julio T. Martínez en los años veinte. Toñito Silva y Muñoz, como puertorriqueños en transición del campo a la ciudad, se reconocerían en los “Cuentos de la Universidad”, de Emilio S. Belaval, libro publicado en los años treinta. Eso les daría mucha serenidad. Entonces el autodesprecio solapado en el alma boricua sería menor, viviríamos más reconciliados con nuestras imágenes colectivas del pasado y del presente, dispuestos a ser más tolerantes con nuestros opositores ideológicos. Aspiraríamos a una visión compleja de nosotros mismos. A veces las contradicciones son las parteras de la ironía y la tolerancia. Debemos cultivarnos en la literatura porque ésta, bien entendida, imposibilita que un ciudadano juzgue las creencias de otro ciudadano con excesiva severidad, o, peor aún, con incipiente crueldad. 


http://www.elnuevodia.com/columna-necesitamosculturaurgente-1063188.html

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